Hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.
Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

Autor de una obra sumamente original y compleja.
Macedonio el gran conversador y agudo humorista. La maestría de su conversación, exenta de énfasis y plena de sugestión pensadora gestó y alimentó un "aura socrática" que, aún hoy, se mantiene incólume. También la insistente mención de Macedonio por parte del joven Borges (quien lo descubrió a su llegada de Europa en 1921), como su mentor, contribuyen a la construcción de este personaje tan singular. En la correspondencia personal, Borges documenta su pasión por aprender de la sabia conversación de este hombre excepcional, cuando le anuncia:

"La semana que viene, pienso descolgarme por Morón (donde Macedonio vivía solitario en una quinta prestada) y ubicar allí una noche conversadora, una de esas noches bien conversadas que parece van a inaugurar mucha claridad en la vida de uno."

En tanto que en reportajes de la vejez, sigue aduciendo Borges:

"... Yo no soy un pensador. He pasado toda la vida tratando de pensar, pero no sé si he llegado. Macedonío comentaba que él no había pensado. ‘Lo que yo pienso me dijo una vez William James y Schopenhauer lo han pensado ya por mí’. Era un hombre naturalmente generoso, que todo lo que él pensaba se lo atribuía a su interlocutor. El nunca decía ‘yo pienso tal o cual cosa’, sino ‘vos, che, habrás observado, sin duda...’ ¡Y uno no había observado absolutamente nada! Pero a Macedonio le parecía más cortés. En fin... él seguía su línea de pensamiento y la realidad no le importaba."

Su excelencia estaba en el diálogo, y tal vez por eso pueda asociárselo a genios que no escribieron nunca, como Sócrates o Pitágoras, o aún como Buda o Cristo. Lo primordial era su compañía.


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